martes, 2 de marzo de 2010

NUESTRAS CABEZAS SE TOCAN EN ALGÚN PUNTO

Nuestras cabezas se tocan en algún punto.
Invisible, imprevisible como todo encuentro verdadero
nuestras cabezas se tocan en algún punto.

En ese momento:
el alma cuelga como un hilo
el hilo se siente como hilo porque se trata de un estado altamente emocional.

La música es más música que nunca
las notas no suenan pero sí atraviesan el cuerpo
los sentidos frontales se preparan para recibir mejor las ondas laboriosas de la cabeza contigua
que en su esfuerzo demencial luchan unas contra otras para no superponerse, siquiera tocarse
para que Una Cabeza no deje de ser Una Cabeza
y pierda en el contacto la posibilidad de percibirse a sí misma como Sí.

Pero qué extraño y hasta peligroso ese momento en que la cercanía acecha
nuestras cabezas juegan a la confusión y yo juego con biromes
y te dibujo en la rodilla un círculo que no cierra y algunas gotitas alrededor:
“parece un sol”, me decís
“pero no cierra”, te digo.

En algún punto tu cabeza y la mía se tocan
y ése es un encuentro real
que podría explicar por dos vías:
1. porque mi corazón así lo dicta, en una sola y certera inyección de tinta que es mi sentimiento
2. porque los dibujos surgen de una mente inquieta que, como toda mente, habita una cabeza proporcionalmente más pesada que la densidad que lleva adentro, porque queda un punto abierto entre un extremo y el otro del círculo, que no llega a delinear un sol ni siquiera un corazón ni una luna ni nada que se parezca a un centro, porque en ese punto abierto nuestras cabezas se tocan y, si la distancia quiere lo que quiere la diferencia, al amor lo tiene de enemigo.

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