Alrededor bailaban los ratones.
Y las trampas que les puse no impidieron
que naciera en mí una bola brillante, de tamaño natural.
Cuando los sentí chillar salí corriendo, ridícula
sin papel y sin estilo
y te dejé anidando entre las plantas antiguas del balcón.
Un poco pájaro me fui, volé, y lo que fue
en el corazón
impreso para siempre.
pasaba por acá...
ResponderEliminarhacía mucho que no te leía,
extrañaba eso.
saluditos
mariano
me gusta.
ResponderEliminarun saludo, adriana.